03 junio, 2009

Lo que la Brisa le Silbó a tu Oído

Me asesinaste y soy el cadáver que cargás en tu conciencia.
Frío, calculador, perspicaz, sin dudar siquiera por un segundo tomaste el helado cuchillo que con lentitud fue más allá de la carne para acertar esa herida mortal en mi alma. Vos lo sabés, vos lo presenciaste... vos estabas ahí .. lo cometiste.

Ahora cargás con mis recuerdos como aquel asesino, cargás con mi dolor como aquel homicida, cargás con la culpa como cualquier criminal.
Redimirse nunca alcanzará porque una y otra vez se repetirá la película en tu mente (en cámara lenta, en cámara rápida, en tiempo real) de cómo lo hiciste, los pasos que tomaste, las decisiones de último momento y cómo lograste que doliera aún un poquito más de lo planeado. Una y otra vez verás mi contorno deformado, mis colores cambiando a valores, las sombras escondiéndome y mi persona desvaneciéndose.

No soy la misma, no soy yo la que te habla.

Morí con tu indiferencia, me asesinaron tus palabras, fallecí en la soledad y perecí por el abandono. La condena la decidís vos; tu vida ya no la quiero.
No habrá juez, no habrá testigos...


La estela, en un lugar donde supe estar yo, que sólo quiere contenerte.

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