29 septiembre, 2011

It's the End of the World as We Know It

Ella comía las frutillas de a una. Analizaba la anatomía del fruto rojo para cortarla por los mejores ángulos, creando porciones que encajaban perfectamente en su boca y de a poco la iba devorando, saboreando, paladeando, cada sabor. De a poco, si, hasta que ya no quedaba nada, solo un fondo frió de metal y una sensación de desanimosidad que la inundaba.
Rojo.
Hoy rompí un vaso. Lamento confesar que esta vez no puedo culpar a mi torpeza. Lo rompí yo en absoluto uso de mi consciencia. Lo rompí para verlo deshecho en mil pedacitos en el piso... ver los malvados ángulos del vidrio esparcido por el suelo. Ir agarrándolos uno por uno, arriesgando a que me lastimen, que me hagan mal, para así terminar de juntarlos y saber que estoy a salvo, en paz.
Hasta que descubrís un día un pequeño fragmento oculto que se incrusta.
Rojo, de nuevo.

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