10 septiembre, 2014

Purga


Vomitar, vomitar vísceras, vomitar colores, vomitar en cualquier parte. Vomitar, y que la gente que pase quiera mirar para otro lado, levante su nariz en reproche. Vomitar(te) todo lo que soy, lo que cargo. Encontrar hasta lo mas ínfimo y recóndito, sacarlo, escupirlo, arrancarmelo. Dejar todo afuera, "a que se airee" decía mi abuela con las sábanas de la cama abiertas de par en par, "a que respire", mi tio con su vino,"a que masere", mi madre en la cocina.
Que placer incurrir en las delicias de los antiguos romanos! De tan llena de esencia me veo obligada a despilfarrar un poco de mi alma, esparcirla por todos lados, cual óleo, cual manteca, en una incontinencia de emociones, una diarrea verbal o una simple purga de pensamientos. Meterse los dedos hasta lo mas profundo del ser y dejar que fluya lo que tenga que fluir, que a veces es tanto, y tan pesado, turbio.
He ahí la paradoja de los bulímicos de alma: tenemos un espíritu nutrido.
Me vuelvo pura forma y vuelco el contenido frente a mis ojos. Endeble, delicada, frágil... observo.

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